PORQUÉ RENUNCIÉ AL CONSEJO ECOLÓGICO

El retiro del proyecto termoeléctrico de Codelco en la cuarta región y la postergación de la construcción de mega centrales de Endesa y Colbún en Aysén indican que la suerte sobre la bahía de Quintero está echada. No pudimos evitarlo. La perversidad de un sistema donde las corporaciones, empresas y utilidades son más importantes que las personas, tiene las herramientas justas para cooptar, atenuar y poner dentro de su propia dimensión, las luchas del pueblo.

El haber pertenecido, colaborado, compartido puntos de vista y aportado a la construcción de estrategias dentro de esta organización, fue quizás una de las experiencias más enriquecedoras desde que arribé a Ventanas.
Destaco principalmente dos aspectos: la comunión alrededor de una lucha imprescindible e impostergable y el carácter variopinto de sus integrantes, con quienes compartimos jornadas de organización históricas, muchas de las cuales la comunidad ignora.
Esta organización ha llevado sobre sus hombros la responsabilidad de velar por la salud de las personas, en tanto las autoridades locales y nacionales han privilegiado el capital por sobre la dignidad de la población que les dio el mandato de representación.
Sin embargo, considero -de una manera muy personal- que algunos hechos han nublado el irreemplazable proceder del consejo y lo han hecho no por falta de probidad de sus integrantes, sino por la ingenuidad de creer que la gente aceptará hechos que desde el punto de vista de la credibilidad de una organización, afectan crecientemente su imagen.
Me refiero específicamente a la aceptación de herramientas tecnológicas por parte de una empresa contaminante y a la existencia de intereses cruzados con La Corporación del Desarrollo liderada por Codelco. No cuestiono la moral subyacente a estos hechos, es decir, la libertad de acción que sus integrantes tienen como ciudadanos, sino la oportunidad y las circunstancias: la comunidad no ve con buenos ojos estas acciones equívocas.
Personalmente, me acuso de no haber logrado convocar a un mayor número de personas en las marchas, que son el teatro donde se queman las naves de la rebeldía popular. No encontrar el lenguaje ni la sintonía de una comunidad adormecida por la televisión y sus propias preocupaciones. No lograr cambiar el paradigma de ver la problemática ambiental como un problema “sin solución”.
Esta declaración es un hecho moralmente insoslayable para mí y se lo estaba debiendo a mi conciencia y a ustedes; pero por sobretodo a la comunidad a quien he pretendido informar y educar humildemente desde una tribuna libertaria y ciudadana.